¿Cómo evitar los golpes de calor?

Ya sabemos que los efectos de las altas temperaturas pueden ser peligrosos para el organismo humano, especialmente para las personas mayores; pese a que nuestro cuerpo tiene capacidad para mantener estable su temperatura aunque se produzcan variaciones ambientales, a medida que nuestra edad avanza surgen cambios en la termorregulación y en la percepción de la temperatura. Ello se debe a que tanto la cantidad de agua corporal como la capacidad de retención de orina disminuyen -por lo que muchos mayores no quieren beber agua-, así como al hecho de que la piel se va haciendo más delgada con el paso del tiempo y los receptores cutáneos de la temperatura van perdiendo sensibilidad, por lo que es difícil percibir con certeza si se tiene frío o calor. Asimismo está científicamente demostrado que el envejecimiento conlleva problemas de adaptación a las temperaturas externas, razón por la cual en las temporadas en las cuales se disparan los termómetros la probabilidad de que los mayores sufran un golpe de calor es bastante elevada.

Por este motivo conviene extremar las precauciones en verano, para lo cual es conveniente:

– Ducharse con agua fresca o templada.
– Utilizar gafas de sol, ropa holgada, de tela fina y colores claros, y sombrero para protegerse de los rayos de sol.
– Usar crema de protección solar, preferentemente de factor 15 o superior.
– Programar las actividades al aire libre, muy especialmente si se trata de la práctica de algún deporte o si requieren de algún esfuerzo físico, de forma que no se realicen en las horas centrales del día, a ser posible a la sombra y antes de las 10:00 o después de las 18:00 horas.
– Evitar las aglomeraciones y cualquier tipo de juego de carácter físico en lugares cerrados, con poca ventilación y/o muy calurosos.
– Hidratarse adecuadamente, bebiendo agua en abundancia y zumos de fruta durante todo el día.
– No consumir bebidas alcohólicas, especialmente las dulces, ni infusiones calientes.
– No comer de forma copiosa o compulsiva.

Por último, es preciso destacar que el riesgo es aún más elevado para aquellas personas que padecen diabetes, obesidad, hipertensión arterial, algún tipo de patología cardiaca o circulatoria o una enfermedad crónica, por lo que en su caso las anteriores recomendaciones adquieren una mayor importancia.