El ejercicio físico ayuda a las personas mayores a mantener una buena salud cerebral
Un estudio publicado por la Revista Alzheimer’s & Dementia desarrollado por CIBER de Salud Mental (Cibersam) y la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), en el cual se ha analizado el efecto que diferentes hábitos de vida tienen sobre las diversas regiones del cerebro, ha llegado a la conclusión de que una práctica constante de ejercicio físico durante el proceso de envejecimiento del ser humano ayuda a mantener las habilidades cognitivas y beneficia de forma evidente la salud mental, pues aumenta considerablemente la densidad sináptica, esto es, el espacio de la materia gris donde se llevan a cabo las conexiones neuronales.
Por este motivo, cada vez más especialistas prescriben a las personas mayores la realización de una actividad física moderada pero continua en el tiempo junto con otras pautas que es necesario introducir en su estilo de vida, como la incorporación de tareas cognitivas a su rutina diaria o seguir una dieta alimenticia equilibrada.
Esta recomendación tiene un fundamento científico, pues múltiples observaciones epidemiológicas relacionan directamente la práctica de ejercicio con una incidencia más baja de demencias seniles, entre otras, la enfermedad de Alzheimer, y apuntan al sedentarismo como una de las posibles causas de millones de casos de enfermedades neurodegenerativas cada año en el mundo.
No obstante, dada la dificultad de llevar a cabo estudios moleculares en este órgano, los procesos biológicos que originan los beneficios sobre la salud estructural y funcional del cerebro que se activan cuando se practica el ejercicio físico se desconocen todavía pese a la evidencia anteriormente indicada. En cualquier caso, estudios preclínicos en animales sugieren que podría fortalecer las habilidades cognitivas a través de la sinaptogénesis, el mecanismo de generación de nuevas conexiones neuronales.
Concretamente, esta investigación es fruto de un estudio longitudinal que, iniciado en 1997, analizó los resultados de 404 voluntarios que accedieron a someterse periódicamente a evaluaciones, así como a ceder sus órganos cuando fallecieran, lo que facilitó el estudio de la correlación entre sus estados de salud y hábitos de vida cotidianos con las alteraciones estructurales y funcionales de las diversas regiones del cerebro. Tras hacerles un seguimiento durante tres años y medio, como promedio, antes de su muerte, tras producirse esta se tomaron muestras de hasta doce áreas cerebrales que juegan un papel esencial en las habilidades cognitivas y psicomotrices, en las cuales se realizaron análisis cuantitativos y funcionales de ocho proteínas sinápticas que actúan como neurotransmisores que median en el intercambio de información entre neuronas.
Los resultados pusieron de manifiesto que una mayor tasa de actividad física diaria conlleva un enriquecimiento en la cantidad y funcionalidad de las citadas proteínas en todas las regiones objeto de estudio y, muy especialmente, en aquellas relacionadas con el control motor, mejora que se registró con independencia de la existencia de carga neuropatológica en las áreas cerebrales analizadas o de la presencia de patologías que afectasen al movimiento, lo que demuestra que la actividad física puede ser provechosa para cualquier persona de edad avanzada sea cual sea su estado de salud.
La continuidad temporal del ejercicio, esencial para mantener sus beneficios
Asimismo, la investigación puso de manifiesto que los participantes en la misma con un elevado nivel de actividad física en sus primeras etapas pero que abandonaron esta rutina en el último bienio de su vida presentaban densidades sinápticas similares a las observadas en participantes más sedentarios, por lo que se concluyó que los efectos beneficiosos son enormemente volátiles y es necesario practicar ejercicio de forma constante para conservar su positiva aportación a la salud cerebral.
En resumen, nos encontramos ante el primer estudio que viene a probar, por primera vez en seres humanos, que el ejercicio físico, incluso en personas longevas, contribuye a promover procesos de sinaptogénesis y a aumentar la resiliencia sináptica ante los nocivos efectos de las lesiones neuropatológicas, por lo que parece claro que los sistemas de salud públicos deben fomentar la puesta en marcha de medidas preventivas y terapéuticas que permitan reducir el sedentarismo entre la población general y, particularmente, en aquellos individuos que se van haciendo mayores.