La teleasistencia avanza con paso firme en España de la mano de la tecnología
En los 30 años transcurridos desde su implantación en España, la teleasistencia ha recorrido un largo camino en su desarrollo en el seno de las administraciones públicas españolas, muy especialmente desde finales de la década de los 90. Buena prueba de ello es la evolución del ratio de cobertura de este servicio a los mayores de 65 años, que ha pasado de un exiguo 1,1% en 2000, a un más que significativo 10,41% en 2019, según datos del Imserso.
La importante a la par que innegable progresión de este recurso cada vez más demandado, dada la necesidad de gestionar la salud de una forma más digitalizada y accesible, ha corrido paralela a los avances tecnológicos que dan soporte a este servicio, cuyo objetivo último consiste en que tanto usuarios como cuidadores (en muchos casos familiares de los primeros) mejoren su autonomía y seguridad sin tener que abandonar el hogar. En sus inicios, la teleasistencia se apoyaba en las líneas telefónicas y en el famoso botón rojo, pero paulatinamente sistemas cada vez más complejos basados en la Inteligencia Artificial (IA), los detectores o los sensores de movimiento han ido ganando terreno.
Cuatro generaciones de sistemas y dispositivos
La historia de la teleasistencia en nuestro país pone de manifiesto que hasta ahora se han desarrollado cuatro generaciones de sistemas y dispositivos, todos ellos vigentes, en mayor o menor medida, en la actualidad: la primera, orientada hacia un modelo reactivo, que depende de los ya citados botones de emergencia; la segunda, que incorpora la sensorización y la localización mediante la integración de sistemas GPS o los conocidos como botones del pánico, o la tercera, iniciada aproximadamente hace un lustro, que supuso un importante paso adelante al convertir el servicio en proactivo a través de un proceso de monitorización de la salud de las personas mediante pulseras biométricas complementado, en caso de ser preciso, con la telemedicina.
Finalmente, en estos momentos ya podemos hablar de una cuarta generación, cuya tarjeta de presentación es una mayor personalización, siguiendo la línea de la Atención Centrada en la Persona (ACP), que hace un uso mucho más intensivo de la IA para aumentar la accesibilidad y la socialización, que sin duda marca la actividad de todo el sector. Se trata de una decidida apuesta por tecnologías amigables, que descartan la utilización de botones y potencian la exhaustiva recopilación de datos (big data) obtenidos, por ejemplo, mediante detectores de caída y diferentes sensores que alertan de accidentes, imprevistos o cambios de rutina.
Impacto Social
Las conclusiones del estudio independiente ‘El potencial transformador de la teleasistencia’, centrado en el análisis de los beneficios que los diferentes niveles de este servicio proporcionan a sus usuarios en España y Reino Unido, apuntan a que el tiempo de permanencia en el hogar de las personas que lo utilizan se incrementó en 262 días, es decir, que la necesidad de atención residencial se prolongó durante un periodo superior a los 8 meses. Asimismo, un 96% de quienes hacen uso de la teleasistencia proactiva mejoró su percepción de seguridad y un 78% cree que, además, potencia su autonomía. Por último, el 98% considera que incrementa notablemente la sensación de tranquilidad.
Teniendo en cuenta que desde un punto de vista técnico los gastos de instalación tienden a descender en el tiempo y que los costes de mantenimiento suelen ser, de por sí, bajos, todo parece indicar que este servicio seguirá su expansión en España y posiblemente lo haga de forma más rápida que hasta la fecha.