¿Qué es el síndrome de la postcaída?
En otro artículo de este blog, titulado ‘¿Cómo prevenir las caídas?’, informábamos de que tres cuartas partes de las 37 millones de caídas que se producen anualmente en el mundo estaban protagonizadas por personas mayores de 65 años; de hecho, una de cada tres personas de este segmento poblacional sufre al menos una caída al año y el riesgo de fractura en el mismo es veinte veces superior al del resto, siendo las más comunes las de cadera, muñeca, fémur y húmero.
Pero incluso cuando la caída no provoca unas consecuencias físicas importantes sí que puede tener consecuencias psicológicas de consideración, pues es habitual que los mayores tengan miedo a caerse de nuevo, temor que puede dar lugar a la aparición del denominado ‘síndrome de la postcaída’, trastorno que afecta especialmente a las mujeres de edad avanzada y que reduce su actividad física y su movilidad, con lo que empeora su calidad de vida.
Los daños sufridos, que, como ya hemos mencionado, en ocasiones pueden llegar a ser graves, y la impotencia que siente la persona al no poder levantarse por sí misma y necesitar ayuda para incorporarse -alguna ha caído estando sola y ha permanecido en el suelo más de una hora sin poder ponerse de pie- producen un sentimiento de inseguridad en el mayor que le conduce a limitar mucho su movilidad, evitando escaleras, espacios mal adaptados y zonas poco iluminadas y no saliendo de casa si no es acompañado. Ello repercute de forma muy negativa tanto en su vida social como en la actividad física que desarrolla, acelerando su deterioro.
Factores de riesgo y prevención
En casos extremos, el síndrome de la postcaída puede causar la inmovilidad total de las personas, que pondrán cualquier tipo de excusa para no moverse. Por ello, conviene prestar especial atención y extremar las precauciones ante ciertos factores de riesgo que propician el desarrollo de este trastorno:
– Tener más de 80 años.
– Estar sometidos a una sobreprotección en el entorno familiar.
– Sufrir depresión o alteraciones neurológicas.
– Vivir solo.
– Tener déficit sensorial, especialmente de la vista.
– Padecer osteoporosis (fragilidad ósea) o algún tipo de enfermedad crónica incapacitante.
– Tener limitada la capacidad de movimiento a causa de la obesidad mórbida.
Asimismo, para prevenir este síndrome es recomendable, tanto para los propios mayores como, cuando sea el caso, para las personas que estén a su cargo, adoptar las siguientes medidas:
– Controlar el dolor después de la caída.
– Hacer con frecuencia ejercicios de equilibrio o ayudarles a hacerlos.
– Evitar el reposo prolongado.
– No sobreprotegerles.
– Tratar la depresión o la ansiedad provocadas por el temor a una nueva caída.